Por: Ima Linzag
A medida que el tiempo y la tecnología parecen cambiar y mejorar, nuestros hábitos de compra parecen seguir el mismo camino. Es posible que haya notado la explosión del marketing digital y de las marcas que realizan envíos "directos a su puerta" y "eliminan al intermediario". Aunque puede que se trate de un lenguaje publicitario muy usado que ha escuchado una y otra vez, el hecho de que se esté volviendo cada vez más común habla del hecho de que las empresas de venta directa al consumidor están tomando el control, o al menos están teniendo un impacto significativo en la forma en que compramos.
Empresas como Warby Parker, Blue Apron y Dollar Shave Club se están haciendo conocidas o, al menos, se están convirtiendo en marcas muy reconocibles para el público, ya que no faltan sus anuncios en las redes sociales. La mejora de los algoritmos y la focalización casi exacta de la publicidad a través de Facebook y otras plataformas contribuyen en gran medida a este cambio. A través de esto, las marcas pueden llegar a sus clientes ideales y los consumidores se conectan con marcas que es más probable que les interesen y se exponen a ellas con más frecuencia. Los consumidores están con la marca durante todo el ciclo de ventas y las marcas tienen un ojo puesto en toda la experiencia del cliente, lo que les da la propiedad de todos los ingresos que normalmente se dividirían entre distribuidores y minoristas.
Algunos ejemplos de la importancia que están adquiriendo los productos de venta directa al consumidor en el mercado se pueden ver en las máquinas de afeitar para hombres en Estados Unidos. Gillette, que se apoderó del 70% de la cuota de mercado en 2010, cayó al 54% en 2016, en gran medida debido a la competencia como Dollar Shave Club y Harry's. En el mercado de colchones, Casper, Purple y Leesa han duplicado su cuota en la industria en este último año. También se espera que los kits de comida de venta directa al consumidor como Blue Apron multipliquen por diez su crecimiento. Con efectos tan innegables, las grandes tiendas y los minoristas tradicionales tiemblan de miedo.
